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viernes, 11 de septiembre de 2015

Soy adulto, tengo problemas y culpo a mis padres


Soy adulto, tengo problemas y culpo a mis padres
“Culpando a terceros”



Creo que todos hemos tenido la oportunidad de conversar con un adulto que como  muchos de nosotros, ha experimentado una serie de problemas durante el transcurso de su vida. Resulta imposible transitar por esta vida evitando el dolor, traiciones, ingratitud e injusticias. En su libro “El hombre en busca del sentido”, Viktor Frankl ya lo había mencionado en sus primeras páginas al decir “La vida no es justa”. ¿Concuerdas con él? No tengo manera de saber en este momento tu respuesta, pero en relación a mi persona, estoy muy de acuerdo con este gran psiquiatra y padre de la Logoterapia. A veces nos esforzamos por dar lo mejor de nosotros mismos en beneficio de otros y no siempre nuestro esfuerzo y sacrificio son considerados dignos de alabanza, sino más bien lo contrario. En ese punto nos sentimos defraudados, incomprendidos, no valorados, experimentamos indignación y decepción, entre otras emociones nada gratas, por cierto.

Los adultos que hemos sufrido las “injusticias de la vida” (a veces nosotros somos los injustos ¿eh?), podemos reaccionar de varias maneras ante lo sucedido dependiendo de la manera como interpretemos lo que nos sucedió. De ahí que nuestras elecciones nos pueden llevar a los siguientes escenarios:

  • Enojarnos con la vida y volvernos defensivos apartándonos de los demás
  • Enojarnos con la vida y volvernos amargados (depresivos)
  • Culpar a los demás de nuestra miseria personal
  • Negar que estemos afectados (represión), y enfermarnos por guardárnoslo
  •  Vivir contándole a “todo el mundo” sobre nuestros problemas
  • Crecer a través del dolor y volvernos más fuertes y sabios (esta opción te la recomiendo).

En relación al tercer punto (Culpar a los demás de nuestra miseria personal), habría que hacer algunas aclaraciones, ya que es una verdad a medias, y lo veremos brevemente a continuación.


En gran medida y de acuerdo con Sigmund Freud, lo que vivimos en la infancia tiene un gran impacto en nuestra vida de adultos, es decir, la forma como nos trataron nuestros padres representa un factor importantísimo en el desarrollo de nuestra psique (salud mental). Freud se convención tanto de esto que llegó a afirmar categóricamente “Infancia es destino”.



En mi práctica psicológica, estimo que al menos el 95% de mis pacientes vienen afectados por un desarrollo infantil no sano en el cual vivieron experiencias traumáticas que les afectaron negativamente. Si esto es así, entonces estamos hablando de un determinismo Freudiano en el que tu vida de adulto está sujeta indefectiblemente a su pasado infantil y ya no podemos hacer nada para cambiarlo.

Este argumento ha sido tomado como bandera por muchos hombres y mujeres en edad adulta para justificar su miserable manera de vivir. Sin embargo, como lo mencioné algunas líneas atrás, la frase “infancia es destino”, es una verdad a medias. Esto lo sostengo ya que si fuera una verdad absoluta, no se podría explicar  por qué algunas persona que tuvieron una infancia difícil se convierten en adultos felices, generosos, amables, cooperativos y amorosos, entre otras virtudes.

Hay algo más allá de un pasado infantil que determina la clase de personas que seremos y ese algo está relacionado con la grandeza del espíritu humano lo cual hablaremos en otro post ¿ok?

Volviendo al tema de hoy, existen adultos que se la pasan culpando a sus padres por todas sus miserias e incluso llegan a viejos y nunca pudieron ser felices debido a su rencor hacia sus padres, la atribución hacia ellos de todos sus males y a su incapacidad para ajustarse en sociedad y peor aún, para encontrar su paz interior.

Pareciera que ignoran el hecho de que ya dejaron de ser niños, que ya han crecido y ahora les toca a ellos, como adultos que son, tomar el control de sus vidas dejando de una vez por todas la “victimitis” y aceptando que ahora son el resultado de sus propias decisiones. Nadie tiene padres perfectos, ni tampoco uno lo será.

Un hombre o una mujer se pueden equivocar muchas veces, pero sus vidas no se convierten en un fracaso hasta que comienzan a culpar a un tercero, y en nuestro caso, a los padres. Una manera de afrontar nuestros problemas es precisamente el aceptar la responsabilidad por nuestras vidas, lo cual implica que dejemos de culpar a nuestros padres y aceptemos nuestra responsabilidad para vivir con una mejor calidad de vida. Pare ello debemos aprender a perdonar los errores de nuestros padres, reconociendo que si nos fallaron fue por sus miedos e ignorancia, y aceptando que de ahora en adelante nosotros nos podemos convertir en lo que decidamos ser.


¿Qué hacer si no puedo superar esto?

Si te sientes incapaz de superar tu pasado difícil y de perdonar a tus padres, así como de tomar las riendas de tu vida, entonces sería bueno que pruebes pidiendo ayuda. Esta ayuda la puedes recibir de un psicólogo, un consejero o un líder espiritual, es decir, con quien te sientas mejor y consideres más capaz. Lo importante es reconocer que no podemos hacerlo todo y en ocasiones pedir ayuda más que una muestra de debilidad, es una demostración de fortaleza, ya que pedir ayuda requiere que neguemos a nuestro ego inflado y aprendamos a ser lo suficientemente humildes para pedir apoyo.

Cuando comenzamos a darnos cuenta que gran parte de lo que vivimos está relacionado con nuestras propias decisiones y que en gran medida somos constructores de nuestro propio destino, entonces aumenta nuestra sensación de control personal y mejora nuestra autoestima, ya que ahora no somos el resultado total de las acciones de terceras personas, ahora somos el resultado de nuestras propias acciones y pensamientos.

Deja de culpar a tus padres y asume tu propia responsabilidad…¡Es la única manera de poder madurar!


¡Un abrazo!


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