Soy adulto, tengo problemas y culpo a mis padres
“Culpando a
terceros”
Creo que todos hemos tenido la
oportunidad de conversar con un adulto que como
muchos de nosotros, ha experimentado una serie de problemas durante el
transcurso de su vida. Resulta imposible transitar por esta vida evitando el
dolor, traiciones, ingratitud e injusticias. En su libro “El hombre en busca
del sentido”, Viktor Frankl ya lo había mencionado en sus primeras páginas al
decir “La vida no es justa”. ¿Concuerdas con él? No tengo manera de saber en
este momento tu respuesta, pero en relación a mi persona, estoy muy de acuerdo
con este gran psiquiatra y padre de la Logoterapia. A veces nos esforzamos por
dar lo mejor de nosotros mismos en beneficio de otros y no siempre nuestro
esfuerzo y sacrificio son considerados dignos de alabanza, sino más bien lo
contrario. En ese punto nos sentimos defraudados, incomprendidos, no valorados,
experimentamos indignación y decepción, entre otras emociones nada gratas, por
cierto.
Los adultos que hemos sufrido
las “injusticias de la vida” (a veces nosotros somos los injustos ¿eh?),
podemos reaccionar de varias maneras ante lo sucedido dependiendo de la manera
como interpretemos lo que nos sucedió. De ahí que nuestras elecciones nos
pueden llevar a los siguientes escenarios:
- Enojarnos con la vida y volvernos defensivos apartándonos de los demás
- Enojarnos con la vida y volvernos amargados (depresivos)
- Culpar a los demás de nuestra miseria personal
- Negar que estemos afectados (represión), y enfermarnos por guardárnoslo
- Vivir contándole a “todo el mundo” sobre nuestros problemas
- Crecer a través del dolor y volvernos más fuertes y sabios (esta opción te la recomiendo).
En relación al tercer punto
(Culpar a los demás de nuestra miseria personal), habría que hacer algunas
aclaraciones, ya que es una verdad a medias, y lo veremos brevemente a
continuación.
En gran medida y de acuerdo
con Sigmund Freud, lo que vivimos en la infancia tiene un gran impacto en
nuestra vida de adultos, es decir, la forma como nos trataron nuestros padres
representa un factor importantísimo en el desarrollo de nuestra psique (salud
mental). Freud se convención tanto de esto que llegó a afirmar categóricamente
“Infancia es destino”.
En mi práctica psicológica,
estimo que al menos el 95% de mis pacientes vienen afectados por un desarrollo
infantil no sano en el cual vivieron experiencias traumáticas que les afectaron
negativamente. Si esto es así, entonces estamos hablando de un determinismo
Freudiano en el que tu vida de adulto está sujeta indefectiblemente a su pasado
infantil y ya no podemos hacer nada para cambiarlo.
Este argumento ha sido tomado
como bandera por muchos hombres y mujeres en edad adulta para justificar su
miserable manera de vivir. Sin embargo, como lo mencioné algunas líneas atrás,
la frase “infancia es destino”, es una verdad a medias. Esto lo sostengo ya que
si fuera una verdad absoluta, no se podría explicar por qué algunas persona que tuvieron una
infancia difícil se convierten en adultos felices, generosos, amables,
cooperativos y amorosos, entre otras virtudes.
Hay algo más allá de un pasado
infantil que determina la clase de personas que seremos y ese algo está
relacionado con la grandeza del espíritu humano lo cual hablaremos en otro post
¿ok?
Volviendo al tema de hoy,
existen adultos que se la pasan culpando a sus padres por todas sus miserias e
incluso llegan a viejos y nunca pudieron ser felices debido a su rencor hacia
sus padres, la atribución hacia ellos de todos sus males y a su incapacidad
para ajustarse en sociedad y peor aún, para encontrar su paz interior.
Pareciera que ignoran el hecho
de que ya dejaron de ser niños, que ya han crecido y ahora les toca a ellos,
como adultos que son, tomar el control de sus vidas dejando de una vez por
todas la “victimitis” y aceptando que ahora son el resultado de sus propias decisiones.
Nadie tiene padres perfectos, ni tampoco uno lo será.
Un hombre o una mujer se
pueden equivocar muchas veces, pero sus vidas no se convierten en un fracaso
hasta que comienzan a culpar a un tercero, y en nuestro caso, a los padres. Una
manera de afrontar nuestros problemas es precisamente el aceptar la responsabilidad
por nuestras vidas, lo cual implica que dejemos de culpar a nuestros padres y
aceptemos nuestra responsabilidad para vivir con una mejor calidad de vida.
Pare ello debemos aprender a perdonar los errores de nuestros padres,
reconociendo que si nos fallaron fue por sus miedos e ignorancia, y aceptando
que de ahora en adelante nosotros nos podemos convertir en lo que decidamos
ser.
¿Qué hacer si no puedo superar
esto?
Si te sientes incapaz de
superar tu pasado difícil y de perdonar a tus padres, así como de tomar las
riendas de tu vida, entonces sería bueno que pruebes pidiendo ayuda. Esta ayuda
la puedes recibir de un psicólogo, un consejero o un líder espiritual, es
decir, con quien te sientas mejor y consideres más capaz. Lo importante es
reconocer que no podemos hacerlo todo y en ocasiones pedir ayuda más que una
muestra de debilidad, es una demostración de fortaleza, ya que pedir ayuda
requiere que neguemos a nuestro ego inflado y aprendamos a ser lo
suficientemente humildes para pedir apoyo.
Cuando comenzamos a darnos
cuenta que gran parte de lo que vivimos está relacionado con nuestras propias
decisiones y que en gran medida somos constructores de nuestro propio destino,
entonces aumenta nuestra sensación de control personal y mejora nuestra
autoestima, ya que ahora no somos el resultado total de las acciones de
terceras personas, ahora somos el resultado de nuestras propias acciones y
pensamientos.
Deja de culpar a tus padres y
asume tu propia responsabilidad…¡Es la única manera de poder madurar!
¡Un abrazo!
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