"Yo soy así" vs "Yo quiero ser así"
Todos
nacemos con un temperamento bien definido, el médico griego Hipócrates allá por el 400 A.C.ya
hablaba sobre el tema pero hoy no hablaremos mucho sobre el mismo. Para fines
prácticos podemos hablar de cuatro tipos de temperamentos, los cuales están
regidos por nuestra propia biología y que son popularmente conocidos como flemático,
sanguíneo, colérico y melancólico. No obstante lo anterior, existen muchas
otras clasificaciones a la fecha de acuerdo al autor del que hablemos.
También,
aparte de nuestro temperamento y debido a la influencia de nuestros padres y el
entorno que nos rodeó en nuestra niñez, se formó nuestro carácter, el cual es
una combinación de valores, sentimientos y actitudes que determinan cómo una
persona percibe a los demás y al mundo que le rodea.
Finalmente
tendremos la personalidad, que es la “cara” que le permitimos a los demás que
vean de nosotros, es decir, es la forma en que nos relacionamos con los demás y
en que nos enfrentamos a las exigencias del medio ambiente social. En la
personalidad podemos decir pues, que se encuentran intrínsecos el temperamento
(biológicamente heredado) y el carácter (socialmente heredado).
Considero
de gran importancia hablar de ello, ya que en muchas ocasiones confundimos
estos tres rasgos de la personalidad y, basados en esa creencia errónea,
justificamos nuestros actos equívocos delante de los demás.
Por
ejemplo, una persona colérica, que biológicamente pudiera reaccionar de una
forma muy determinante, justifica haber hablado hirientemente a su amigo ya que
por supuesto era de esperarse esa reacción ya que “él es colérico”. Si bien es
cierto que la tendencia del colérico es hacia el enojo manifiesto y a “poner
manos a la obra”, también es cierto que su forma de reaccionar no está basado
solamente en su temperamento sino en su carácter, el cual fue formado, como ya
antes lo dije, en sus vivencias. De ahí vemos que ese colérico muestra una
personalidad hiriente ya que resulta de importancia trabajar en el moldeamiento
de su carácter.
A lo
que quiero llegar con este breve artículo es a lo siguiente: Cuando con
nuestras acciones lastimamos a otros o los hacemos sentir mal, o peor aún nos
lastimamos a nosotros mismos, opera en nosotros un mecanismo de defensa para no
aceptar la realidad de nuestros desaciertos consistente en decir “pero es que
Yo soy así”. Y de ahí no sacamos a la persona o no nos sacan de nuestro
razonamiento y nuestra ineficaz defensa.
La
verdad es que mostramos una personalidad desadaptada y no somos capaces de
darnos cuenta de que esa personalidad es producto de nuestra forma de ver el
mundo, nuestro entorno social, a nuestros amigos o compañeros de trabajo, pero
esa “realidad”, en realidad es solo una percepción, es decir, una aproximación de
lo que es la realidad. Dicho de otra manera, la realidad es que en realidad no
conocemos la realidad tal y como es.
Si
basamos y justificamos nuestra conducta en los “Yo soy así”, nos estaremos
negando la oportunidad de mejorar y crecer como personas. Por lo anterior, mi
propuesta o invitación es a que te preguntes lo siguiente:
¿Así quiero ser?
¿Tengo
calidad de vida con mi forma de tratar a los demás?
¿Disfruto
de apartarme de los otros?
¿Tiene
propósito mi vida al insultar a otros?
¿Qué
aporto para mi salud mental al hablar mal de otros?
¿Qué
trato de compensar en mi propia vida con mi forma de ser actual?
Una
vez que hayas contestado estas preguntas te invito a que te hagas la siguiente
pregunta:
¿Cómo
quiero ser en realidad?
Visualízate
cómo te quisieras ver dentro de 1, 5, 10 o 20 años y pregúntate si eres feliz
con esa visión, si no es así, entonces…¡Es tiempo de cambio!
La
psicología moderna nos enseña que es importante el apoyo de un profesional para
ayudarte a superar etapas no resueltas de tu vida, pero si lo quieres ver desde
el punto de vista bíblico, la Biblia está llena de referencias en las que
resulta de gran ayuda el apoyarse con otra persona o grupos de personas para
superar los conflictos internos.
Por
ejemplo el apóstol Pablo escribió lo siguiente haciendo mención a la ayuda que
recibió de Dios al enviarle a Tito como una provisión para superar la depresión
en la que se encontraba:
Porque
de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino
que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores.
Pero
Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito;
y
no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido
consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro
llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aun más. 2 Co 7:5-7
¿Estás
contento con tu actual “Yo soy así” o te gustaría más el “Yo quiero ser así”?
Si
tu respuesta es la segunda opción, entonces necesitas buscar apoyo a través de
alguien capacitado como puede ser tu pastor, un consejero o un buen psicólogo.
Mi estimado amigo o amiga, déjame decirte…¡Es tiempo de cambio!
“Lo
que no cambia, pierde la oportunidad de ser mejor”
¡Un abrazo!
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